
Un hombre un día recibió una advertencia de Dios, diciendo que iba acontecer una inundación, pero que se quedase tranquilo, pues su vida no estaría en peligro.
Meses más tarde, en realidad comenzó a llover copiosamente y el hombre se recordó del mensaje de Dios, confiado, que no pasaría nada.
La fuerte lluvia continuó durante varios días hasta que vino el diluvio.
Los residentes comenzaron a huir de sus hogares, y llamaron al hombre a ir con ellos.
pero él se negó a ir, alegando que Dios lo salvaría.
Las aguas continuaron subiendo, y un grupo de gente vino a él en un barco, pidieron para que ele entrase en la barca, pero él volvió a negarse a ir, diciendo que Dios lo salvaría.
Las aguas continuaron subiendo.
Luego vino un helicóptero para rescatarlo, pero una vez más el hombre se negó a ser salvo.
No pasó mucho tiempo, finalmente se ahogó.
Cuando llegó al cielo, indignado, fue tomar satisfacción con Dios.
Se quejó:
“¿Por qué me dejaste morir, si se comprometió a salvarme?”
Y Dios le respondió:
“Bien que trate de salvarlo!
Por tres veces le envié ayuda, y usted se negó a todos … “
Si tomamos esta historia a la vida, podemos reflexionar:
¿Con qué frecuencia no somos capaces de percibir el apoyo que se nos ofrece y terminamos ahogándose en la soledad en nuestros propios problemas …?