
Hay un cuento adonde en un cierta iglesia las cosas no iban muy bien.
Ya no había milagros, nadie quería bautizar-se en las aguas, ganar almas ni pensar, mucha gente ya no venia y los pocos siervos que se quedarán juntamente con los voluntarios y varios pastores sólo estaban lamentando-se.
Hasta que un día uno de los pastores iluminado por el Espíritu Santo tuvo una idea.
Puso en la entrada de la iglesia un cartel que decía.
El que impedía la iglesia de crecer murió, el velorio será a las 11am.
Todos los siervos, pastores y voluntarios estaban curiosos y comentando entre si, quien era la persona.
“Quien era el que estaba amarrando la obra de Dios”
A las 11 de la mañana en punto, uno a uno los “siervos” comenzaron a pasar por el cajón y a mirar quien era el culpable.
Todos miraban y salían en lo más absoluto silencio, como si hubieses recibidos una cuchillada en el alma.
En el fondo del cajón lo que había era nada más y nada menos que un espejo.
El mensaje era para todos los siervos.
Dejen de lamentar y querer hechar la culpa en los demás, si cada uno hacer su parte la obra de Dios, va avanzar.